Abrazas tu almohada, tu rostro está
totalmente empapado pero qué más da,
no sientes nada, estás vacio pero la
impotencia va ganando sitio,
va trepando por tus venas haciendo que tu
sangre llegue al extremo punto de poder hervir.
Vuelven a pasar las imágenes por delante de tus ojos y cuanta más
fuerza empleas para cerrarlos hasta que te duelan,
más nítidos se vuelven tus recuerdos y el
dolor se hace considerablemente, mucho más intenso.
Tu solo te limitas a hundir tu rostro sobre la empapada almohada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario